Si la naturaleza fuese una postal –que no lo es como afirma Galeano– esa foto tomada en el país puente de la Abya Yala sería tétrica: pequeñas, medianas y grandes montañas de basura repartidas a lo largo y ancho de la Ciudad de Panamá, la capital del país que se hace llamar a sí mismo “el puente del mundo y el corazón del universo”. Es el país que conecta las Américas y los océanos Atlántico y Pacífico.
Panamá es el país de las torres espejadas más grandes de América Central, el de los Panama Papers –el escándalo de documentos filtrados de una firma de abogados que desbancó a grandes oligarcas y hasta presidentes de todo el mundo que lo usaban para ocultar sus fortunas–, el de la segunda zona franca más grande del mundo después de la de Hong Kong y el del Canal de Panamá, el cual cruza barcos 24/7. El metabolismo social de la ciudad y su dependencia del comercio le imponen una velocidad que no le hace justicia a su tamaño: la supera con creces.
En el corazón de la ciudad de Panamá, pero convenientemente lejos de las torres espejadas, está el Cerro Patacón, un vertedero a cielo abierto en donde llega el 40% de toda la basura del país (AAUD 2018). Esa postal se ve así:
Al día llegan dos mil toneladas de basura a Cerro Patacón, desde desechos hospitalarios hasta orgánicos de toda la capital y áreas aledañas. El vertedero se inauguró en 1986 y desde 2008 hasta el 31 de marzo de 2023 fue manejado por la empresa Urbalia (antes Urbaser Plotosa) a través de una concesión otorgada por la Autoridad de Aseo Urbano y Domiciliario de Panamá. (AAUD). Urbalia fue comprada en 2011 por la colombiana Interaseo S.A., entre cuyos accionistas se encuentra el empresario colombiano William Vélez Sierra, mejor conocido como el “zar de la basura”. (AAUD 2018 y Connectas 2019).
En 2001, un diagnóstico de la Agencia de Cooperación Internacional Japonesa (JICA) –interesada desde hace mucho tiempo en mercantilizar la basura generada en Panamá– hizo un estudio que evidenció que el país no cuenta con un plan de manejo de desechos sólidos, que carece de un sistema de tratamiento de la basura y que en el vertedero “existen problemas porque los desechos industriales y de hospitales son descargados sin tratamiento”. En ese momento ya trabajan 400 recicladores en el vertedero cuya vida estaba en riesgo por la contaminación.
Hace 20 años, la composición de desechos que llegaba al vertedero se dividía así: papeles y cartones, 25%; plásticos, 17%; vidrio, 6%; metales, 4%; desechos orgánicos, 46% y otros desechos, 2% (JICA 2001). Es clave entender este relleno sanitario en el contexto de un país con una precipitación anual promedio de 1873.1 mm y una humedad de 74%-80%. Además de la presión que ejerce sobre el relleno la concentración del crecimiento en el área metropolitana.
Antes de la concesión a Urbalia, los recicladores de base recuperaban latas de aluminio, radiadores, chatarra, cobre, bronce, cartón, papel, plástico, vidrio, tela y otros materiales para la reventa que básicamente les garantiza un nivel paupérrimo de sobrevivencia. No existen plantas de reciclaje ni políticas públicas que les faciliten el trabajo, por el contrario, la idea mercantil de la basura como un recurso de potencial lucro los ha desplazado
Los “problemas” del vertedero que detectó JICA en 2001 han pasado a ser calificados ya como un desastre ambiental por las mismas autoridades, quienes a pesar de las más de 30 sanciones que acumuló Urbalia por incumplimiento contractual y vulneraciones ambientales, no le canceló el contrato sino que esperó a que venciera.
El contrato venció este 2023 y el Estado panameño no lo renovó a la misma empresa, sino que concesionó el relleno «temporalmente» a otra empresa, según comunicó la Presidencia a fines de marzo.
Sin embargo, desde 2008, los gobiernos fallaron en cancelar el contrato a pesar de que razones no le faltaron. El diagnóstico oficial que hizo la AAUD en 2018 da cuenta de hallazgos terribles que han estado ocurriendo al menos desde hace una década sin que las autoridades ejerzan su rol de proteger la vida y la salud de las comunidades que viven cerca del vertedero. Entre los delitos ambientales que reporta el informe están:
- Manejo no controlado de las aguas pluviales: como no existe una infraestructura adecuada, se genera una gran cantidad de lixiviados, que con las lluvias –en Panamá llueve casi todos los días del año- fluyen hacia los ríos Mocambo y el Guabinoso, los cuales desembocan en el río Cárdenas, que a su vez desemboca en las aguas del Canal de Panamá, de donde también se suple el sistema de acueductos. Los lixiviados también debilitaron los diques de contención, erosionando la tierra y aumentando el riesgo de deslizamiento y represamiento de corrientes de agua.
- Tratamiento y captación inapropiada de lixiviados: El mal manejo de las lluvias dentro del vertedero y la falta de cobertura incrementa la generación de lixiviados superando la capacidad de tratamiento y acumulándolo en la parte inferior del relleno. Tras una “circulación incontrolada”, los lixiviados terminan en la cuenca del río Cárdenas, poniendo en riesgo los ecosistemas y la vida. Una investigación periodística de Connectas titulada “La salud sucia del Cerro Patacón” documentó la muerte de un niño que por no tener agua en su casa ese día, bebió de la quebrada aledaña al río y murió al día siguiente.
- Falta de cobertura diaria de desechos recibidos: “Esta mala ejecución de la actividad pone en peligro toda la operación del relleno y además es causante de una proliferación de vectores infecciosos y de rápida proliferación lo que pronto podría crear una alerta sanitaria a nivel del distrito capital”.
- La evacuación libre de biogás a la atmósfera está contaminando el aire con gases de efecto invernadero, sumado a los malos olores con los que tienen que vivir las comunidades cercanas de Condado del Rey, Kuna Nega, entre otras.
- Mal estado de los caminos de acceso: esto impide la supervisión estatal e independiente de las operaciones de la empresa, según la AAUD.
- Operación deficiente del relleno: los residuos no son compactados, solo son empujados por la maquinaria pesada a los taludes de la celda de llenado generando inestabilidad con un “muy alto riesgo de que ocurran deslizamientos y accidentes sobre los operarios y los recicladores que se encuentran en el frente de disposición continuamente”. La empresa también vierte residuos directamente sobre el terreno natural, sin impermeabilización del fondo.
- Cerramiento inoperante: el área carece de seguridad para los operadores, y a pesar desde que en el 2013 –por un incendio del que contaremos más adelante– se le prohibió la entrada a los recicladores de base a todo el relleno con excepción de la galera, se ven niños, mujeres y ancianos trabajando en condiciones que ponen en peligro sus vidas. También se han dado disputas entre bandas delincuenciales con heridos y muertos.
- Incumplimiento del reciclaje: a la galera de reciclaje llega más basura de la que los recicladores “informales” tienen capacidad de trabajar. Actualmente trabajan aproximadamente 250 personas allí. “La situación actual de la galera de reciclaje y de la zona adyacente a la báscula, han convertido al lugar y los recicladores en otro vertedero a cielo abierto dentro de un relleno sanitario sin que se distinga la actividad de segregación que debería existir…hoy es un sitio no apto para el desarrollo de actividades humanas; que mantiene en peligro la salud de las personas que laboran en el lugar, perjudica directamente el ambiente del área”.
El informe es revelador. Concluye tajantemente que en Cerro Patacón hay una deficiente y riesgosa operación, lo que podría causar una emergencia pública sanitaria y de riesgo ambiental en la ciudad de Panamá, además de impactar hasta las aguas del Canal de Panamá, que maneja la cuenca de la que bebe la mitad de la población. Lo peor es que “, no se ha tomado ninguna medida para al menos mitigar las graves afectaciones que la mala operación de esta empresa (Urbalia) está ocasionando a toda la ciudad (AAUD 2018).
Cerro Patacón es tierra de nadie en medio de la ciudad con el segundo PIB per cápita más alto de la región solo superado por Chile según datos del Banco Mundial. Y el “desastre natural” no es una lejana profecía tampoco. Ya está afectando desde hace años el territorio en sacrificio en que se ha convertido esta porción de la capital panameña.
En 1998 el vertedero ardió en llamas por más de 10 días. La llamarada se convirtió en una densa nube negra cargada de gases tóxicos. En 2013 se desató otro terrible incendio que cubrió con una nube negra toda la ciudad por varios días más que el anterior. Según el director de la AAUD de ese entonces, el de 2013 fue el peor incendio de la historia en el vertedero, y que el mismo fue “provocado” sin dar mayores detalles. Tomó 120 camiones para controlar las llamas que afectaron más de cinco hectáreas, según reportó el diario La Estrella de Panamá.
Estos incendios de combustión combinada –materiales y sustancias no clasificadas– liberan en la atmósfera cantidades significativas de gases como metano y CO2, además de benceno y tricloroetileno, junto con productos clorados que son tóxicos al liberar dioxinas. Todos los compuestos anteriores tienen altas propiedades cancerígenas según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Este incendio también puso en riesgo a la población de toda la ciudad y afectó directamente a recolectores y sus familias, un grupo vulnerable de trabajadores informales que son inmigrantes de las zonas más pobres del país, incluyendo áreas indígenas, pero también hay extranjeros provenientes de Centroamérica y de Colombia. Por otro lado, el incendio mostró “la evidente contradicción entre el crecimiento económico registrado en el país, versus el desarrollo humano sostenible con principios de equidad e inclusión para los trabajadores informales” (Alpírez y Acosta 2014).
Los deslaves por lluvias se cuentan por decenas. Los lixiviados amenazan a todas las comunidades aledañas en donde viven al menos 7,000 personas. El Defensor del Pueblo panameño, Eduardo LeBlanc, calificó el vertedero como “una bomba de tiempo”, y para tratar de desactivarla demandó a la empresa Urbalia. El ex ministro de ambiente panameño, Milciades Concepción, ha dicho en varios medios que es de plano un desastre ambiental, sanitario de grandes proporciones y de imagen para el país.
Aun así, Urbalia siguió violando las mínimas consideraciones ambientales y puso en peligro la vida de miles de panameños sin que el Estado fuese capaz siquiera de cobrarle las irrisorias multas que le impuso. Teniendo en cuenta que el 75% de la basura que excreta el metabolismo social panameño termina en vertederos de cielo abierto, mientras que el resto se quema indiscriminadamente o se vierte directamente en ríos y quebradas que luego contaminan los mares, la basura en Panamá es hoy una emergencia de salud por atender de forma urgente.
La bomba de tiempo ya explotó.
Análisis crítico
El crecimiento de la economía panameña se sostiene en el transitismo del país. Esto es un sistema-país muy particular –diferente al transitista– ya que el país en su era republicana se pensó y se construyó con base en los intereses de la marina estadounidense antes de la Primera Guerra Mundial. (Castro 2006). El crecimiento del país en la última década agravó el “problema” de los desechos. Si usamos la teoría del “dime cómo procesas tu basura y te diré qué tipo de estado eres”, Panamá es un estado que tira la basura “en su lugar”. Ese lugar es un territorio de sacrificio que irónicamente está en el corazón de la ciudad, pero como está en un cerro, no se ve. Se huele, se siente, se bebe, pero no se ve.
¿Cómo se dialoga en Panamá con la basura? Las montañas de basura sin tratar que inundan la ciudad ilustran una concepción mecanicista de los desechos que se generan en proporción al consumo. La dinámica entre la basura y el ecosistema se dibuja enferma si utilizamos la analogía de Veraza (2018) quien plantea que todas las relaciones existentes de una sociedad se sintetizan en la basura, siendo esta “el espejo invertido de la sociedad”.
Siguiendo con las ideas de Veraza, que aplican también al caso del Cerro Patacón, “ávidos de ganancia como se encuentran hoy los desaforados capitalistas, no se dedicaron a resolver propiamente el problema de la basura sino a aparentar que lo hacían para, sobre esa base, abrir un jugoso negocio”. Esta premisa explicaría la omisión, pasividad e inacción histórica de Panamá para enfrentar la crisis sanitaria de la basura.
Y es que desde el estudio de JICA hasta el último diagnóstico de la AAUD, pasando por otros estudios privados y académicos, el “resolver el problema” pasa por el tamiz tecnicista de mercantilizar la basura. Ya se exporta algo del material reciclado a otros países como Estados Unidos, Costa Rica, Colombia y países de Asia. Tanto es el “potencial” de la basura que se condena a la empresa por no aprovechar todo el biogás que emana de la basura en el vertedero.
Panamá es un caso que también ilustra la subsunción real al consumo para la reproducción del capital. Es una sociedad que se caracteriza por “una urbanización rampante” y una economía basada en combustibles fósiles, comercio globalizado, obsolescencia programada –Panamá es la puerta de entrada de China en el continente – bienes desechables, booms cíclicos de construcción y vertederos de basura (Lohamn 2017). También caben aquí las ideas que desarrolló Lohman sobre las tres características de la fractura metabólica que aplican a la basura: la separación física y mental de los desechos, la tecnificación del “manejo” de los mismos y la idea abstracta en que se ha transformado.
Como no molesta lo que no se ve, la basura enviada diariamente al Cerro Patacón sale mental y visualmente del ciclo metabólico para convertirse en otro ciclo “por resolver” ahora en un territorio sacrificado. La concepción de la basura en Panamá, como la entiende el gobierno y la gente, es contraria a lo que esboza Fernanda Soliz en el libro “La Ecología Política de la basura”, donde plantea que la basura debe entenderse “como la interacción de una sociedad con sus ecosistemas”….como un “reflejo de los modelos societales, de sus estructuras productivas y relaciones de poder” (Solíz 2017).
En consecuencia, no habría gases ni vertederos si la organización societal no escondiera los residuos del trabajo en un basurero con intermediaciones técnicas, microorganismos y revestimientos; o sin el “imperativo de una sobreproducción competitiva” que luego pasa las responsabilidades hacia abajo, hacia los otros, ignorando las habilidades de reparación y compostaje (Lohman 2017). En esa línea, la abstracción de los desechos del proceso metabólico social evita siquiera pensar en alianzas con trabajadores del reciclaje, agricultores, obreros de la industria, inquilinos y pueblos indígenas.
Así, la basura en Panamá termina siendo un “problema” que se achaca al ciudadano común, al que no “recoge su basura”, al que “tira todo al piso”, al “cochino”. La culpabilización por no reciclar –cuando en el país no existe plan integral para hacerlo– solo alimenta campañas de RSE de empresas cuyos empleados se toman fotos los sábados limpiando las playas o los parques mientras esas mismas empresas vierten tóxicos sin tratar a ríos, quebradas, espacios abiertos o al mar directamente.
Los planes y diagnósticos de las entidades panameñas para atender la crisis de la basura se decantan por lo que Solíz califica como el conservacionismo y el ecoeficientismo, que al no territorializar la basura, asumen que el reciclaje o el manejo estandarizado o la mercantilización de los desechos resolverán la situación. Llegan entonces los planes de Basura Cero, venta de basura, reciclaje industrial, gasificación, coprocesamiento, etc. La basura (re)puesta en el mercado como un producto más.
Como no se ha concretado aún, no porque hayan faltado empresas que prometan muchos ingresos provenientes de la basura sino por la burocracia y la difícil operatividad en las condiciones actuales del relleno, la basura sigue allí, al aire libre, presa de incendios, contaminando y matando (Caballero 2019).
No hay nada como la imposición de basurales a cielo abierto y la eliminación de los recicladores por empresas privadas que refleje más claramente la anulación y la objetivación de los ecologistas populares (Solíz 2017).
Conclusión
Con el crecimiento acelerado del país en la última década, creció exponencialmente la basura. La grave crisis se convierte cada día en un yunque más grande que amenaza el agua, el aire y la tierra en Ciudad de Panamá.
El reto más grande es salir de la lógica del consumo creciente que construye una economía artificial transitista, un centro del comercio de renta alta. Una vez transicionado el modelo a una economía para la vida, los cambios operativos en el vertedero deberían redundar en humanizar a los recicladores y naturalizar(nos) con la basura.
Des(materializar) la basura y deconstruir prejuicios históricos y más modernos que en parte solo sirven para quitarnos un poco la culpa que cargamos en nombre de los grandes capitales, que al poder costear más territorios en sacrificio, seguirán subyugándolos.
Territorializar el Cerro Patacón no es tarea fácil….pero es una tarea de vida o muerte en Panamá.
Referencias
Caballero, Errol. 2019. La salud sucia del Cerro Patacón. https://www.connectas.org/especiales/salud-sucia-del-cerro-patacon/
Autoridad de Aseo Urbano y Domiciliario. 2019. “Evaluación de la situación actual y plan de acción para el mejoramiento del servicio en la AAUS”. https://aaud.gob.pa/docs/PlanEstrategico/AAUD%202019%20INFORME%20EJECUTIVO%20FINAL%2026Nov%20V011..pdf
Autoridad de Aseo Urbano y Domiciliario. 2017. “Análisis y diagnóstico de la situación actual”. https://www.aaud.gob.pa/plangestion/ANEXOS/20170731_E%201.4.6.3_%20PNGIR%20DIAGNOSTICO%20(Tomo%201)_V3.pdf
Solíz, María Fernanda. 2017. Ecología política de la basura. Ediciones Abya-Yala. Quito, Ecuador.
Lohman, Larry. 2017. “Trabajo, desechos y clima: el delirio por el relleno sanitario” en Ecología Política de la basura. Ediciones Abya-Yala. Quito, Ecuador.
Estudio sobre el Plan de manejo de desechos sólidos para municipalidad de Panamá. 2001. Kokusai Kogyo LTD. https://openjicareport.jica.go.jp/pdf/11712841_04.pdf
La Estrella de Panamá. (20-marzo-2013) https://www.laestrella.com.pa/nacional/130320/cinco-cerro-incendio-hectareas-afectadas
Veraza, Jorge. La basura al final del día, México DF, Itaca, 2008
Toledo, Víctor Manuel, y Manuel Luis González de Molina Navarro, “El metabolismo social: las relaciones entre la sociedad y la naturaleza”, en Francisco Garrido et al., coord., El paradigma ecológico en las ciencias sociales, Barcelona, Icaria, 2007.
Martín Alpírez Guardao e Hildaura Acosta de Patiño. 2014. “Trabajadores informales y el incendio de Cerro Patacón en Panamá”. Revista Salud. Trabajo. Ambiente. Noticias Centroamericanas. Vol 11 2014 https://repositorio.una.ac.cr/bitstream/handle/11056/8653/7.pdf?sequence=1&isAllowed=y
Aguilar, Jilma. (21-enero-2022) TVN. “Interponen denuncia penal contra empresa Urbalia por posible delito ambiental y contra la salud pública” https://www.tvn-2.com/nacionales/Interponen-denuncia-empresa-Urbalia-ambiental_0_6041395834.html
EFE. (18-junio-2021). Cerro Patacón, vertedero de Panamá, es un “desastre ambiental”. Forbes. https://forbescentroamerica.com/2021/06/18/cerro-patacon-vertedero-de-panama-es-un-desastre-ambiental/